Hacía mucho tiempo que quería escribir un post sobre cómo los tatuajes podrían afectar a tu sistema inmunitario, ya que es un tema que genera mucha controversia. Sin embargo, no quería conformarme con «lo que se dice» y, por ello, he leído este artículo científico de The Lancet del que extraigo toda la información.
Siempre he sido contraria a los tatuajes, pero este verano una historia personal me cambió un poco la idea: en junio adopté a Mat, una preciosa gatita negra, en una protectora para que hiciera compañía a Mel (mi gatita de 3 años). Me aseguraron que estaba sana y así parecía en sus papeles, pero a finales de julio, apenas dos meses después, Mati murió. Era positiva en leucemia y, además, estaba infectada de coronavirus, un virus que mutó a PIF (peritonitis infecciosa felina), una enfermedad mortal.
Mi idea, entonces, fue tatuármela para llevar siempre conmigo mi pasión por los gatos y también a ella. Soy impulsiva en algunas cosas, pero esta vez decidí informarme bien antes de dar el paso. Leí, hablé con mi terapeuta y todo me llevaba al mismo punto: «No lo hagas. La tinta de tatuajes está llena de metales pesados y otras porquerías». No, no lo hice, pero quise informarme y compartirlo con cualquiera que pueda tener esta duda, ya que ante todo está mi salud. Y no está el horno como para ponerme a retar al sistema inmunitario.
Aunque las tintas actuales no tienen nada que ver con las que se usaban hace años, ninguna se ha testado toxicológicamente para usarse en tatuajes, es decir, para su aplicación intradérmica.
El principal componente de estas tintas son los colorantes. La mayoría se componen de pigmentos insolubles dispersos en agua y aditivos como formulantes, dispersantes y preservantes. Por ejemplo, la tinta de los tatuajes negros contiene compuestos relacionados con el hollín, además de aditivos para sombrear como el dióxido de titanio y el óxido de hierro. Para que te hagas una idea de la cantidad de tinta que entra en tu cuerpo: por cada cm2 de tatuaje se necesita 1mg de tinta.
Según el estudio, en la piel y los ganglios linfáticos de una persona pueden encontrarse restos de estas sustancias tóxicas incluso años después de haberse hecho el tatuaje, entre ellos hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP). Estos compuestos y pigmentos, que también se encuentran en las tintas de color, se fabricaron para uso industrial como es el caso de lacas o plásticos.
Aunque, actualmente, la mayoría de pigmentos son orgánicos, las tintas para tatuajes todavía llevan gran cantidad de metales pesados, como cromóforos, aditivos para sombrear o contaminantes. Al analizar las tintas comerciales observaron que el titanio, el bario, el aluminio y el cobre se usan como colorantes, mientras que el antimonio, el arsénico, el cadmio, el cromo, el cobalto, el plomo y el níquel se aplican como contaminantes.
Incluso, llegan a añadirse óxidos de metales (como óxido de aluminio o de titanio) para crear efectos especiales en los tatuajes, cuyos efectos en el cuerpo se desconocen, pero sí que algunas partículas se unen y son visibles a simple vista en una biopsia. También se han encontrado metales tóxicos como el manganeso y el vanadio.
Como los colorantes o pigmentos están en mayor concentración en la tinta de tatuajes, se suelen pasar por alto los preservadores y las impurezas. Sin embargo, según el estudio, en Suiza encontraron conservantes prohibidos para uso cosmético hasta en el 14% de las 416 muestras de tinta analizadas.
La piel no es una superficie estéril. Entre el 1 y el 5% de las personas que se tatúan desarrollan infecciones bacterianas, que pueden ser superficiales o causar problemas sistémicos. En cambio, las infecciones por hongos o virus apenas se dan.Las infecciones bacterianas suelen ser por staphylococcus aureus, streptococcus pyogenes, micobacterias (tuberculosas o no) y pseudomonas. Sin embargo, gracias al aumento de la higiene en los centros de tatuaje, la mayoría de infecciones las causan patógenos oportunistas o microorganismos de la piel.
También se ha subestimado el papel de la tinta como fuente de contaminación bacteriana. Según el estudio, hasta un 20% de las muestras de tinta analizadas estaban contaminadas, incluso las de marcas etiquetadas como ‘estéril’. Además, se vio que los tatuajes que generan más infecciones, aparte de reacciones alérgicas, son los de color, principalmente el rojo (compuesto por cadmio).
Las reacciones alérgicas pueden aparecer meses y años después de hacer el tatuaje. Todavía no se sabe el motivo, pero se muestra claramente lo largo que puede ser el período de sensibilización y cómo la reacción puede darse en cualquier momento, ya que los pigmentos se quedan en la piel de por vida.
Sin embargo, los prick test o pruebas cutáneas no han conseguido identificar los alérgenos de la tinta de los tatuajes, si bien uno de los principales podría ser el níquel, ya que resultó positivo en muchos de los casos. De todos modos, la conclusión es que las reacciones alérgicas por tatuajes se producen poco a poco y no parecen estar provocadas por los alérgenos presentes en la tinta, sino que el alérgeno se forma dentro de la piel probablemente por la metabolización, haptenización (respuesta inmunológica) o ambas.
El hecho de que no exista un test fiable para detectar la alergia a los diferentes colores de tatuaje es un problema, ya que estas alergias pueden causar complicaciones, como la sensibilización ante los tintes textiles.
En Europa, la legislación REACH (registro, evaluación, autorización y restricción de las sustancias y preparados químicos) obliga a testar todos los químicos comercializados en la unión europea. Sin embargo, los datos de toxicidad dérmica solo incluyen pruebas de irritación local, corrosión y la posible sensibilización, pero no la aplicación intradérmica de las substancias.
Según el estudio, el 50% de los tatuados pensó en borrar el tatuaje, pero solo unos pocos lo hicieron debido al elevado coste de la técnica y por miedo a tener cicatrices y despigmentación. Se necesitan entre 4 y más de 10 sesiones para eliminar un tatuaje, y en algunos casos nunca consigue eliminarse por completo debido a pigmentos inorgánicos como el hierro, el zinc o el óxido de titanio.
Existen varias técnicas para eliminar los tatuajes, aunque no hay estudios que prueben su efectividad, como la abrasión de la piel con sales, la cauterización química e incluso el uso de cepillos de alambre o la inducción de una respuesta inflamatoria en la piel. Sin embargo, la opción más extendida es el láser, si bien en caso de alergia es preferible la escisión quirúrgica o el afeitado de la piel, ya que no quedan residuos de pigmentos en la piel. La eliminación por láser puede causar reacciones inmunes, debido a la degradación de las substancias afectadas por el láser, y reacciones alérgicas localizadas.